En la cardiología actual se define como muerte súbita al episodio de parada cardíaca que se produce de forma brusca e inesperada tanto en un paciente con enfermedad crónica conocida como en el sujeto sano.
La gran mayoría de tales paradas cardíacas se deben a una arritmia que se denomina fibrilación ventricular durante la cual la electricidad del corazón se desestabiliza y éste deja de contraerse.
La única forma de evitar la muerte del individuo en tales casos es la inmediata reanimación cardiopulmonar (masaje cardíaco) y administrar cuanto antes una descarga eléctrica de alta energía en el pecho que restaure el ritmo cardíaco –ver apartado de reanimación cardiopulmonar.
La mayoría de las muertes súbitas se producen en pacientes con enfermedades cardíacas, que han sufrido infartos o que padecen miocardiopatías de diversa índole. Aunque en ciertos casos la parada cardíaca era imposible de predecir, en muchos otros puede estratificarse el riesgo y establecer medidas preventivas como el implante de un desfibrilador automático en los pacientes con mayor probabilidad de padecerla, evitando así el compromiso vital que implica.
El proceso de estratificación de riesgo de muerte súbita en el enfermo cardíaco incluye la valoración conjunta de una serie de variables clínicas, parámetros de la función cardíaca, e incluso resultados de ciertas pruebas como el estudio electrofisiológico entre otros.
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