Su operatividad es muy simple: por parte de los testigos que han presenciado el colapso de una persona sólo se requiere pegar en el tórax de la víctima dos parches adhesivos conectados al desfibrilador. El dispositivo analiza entonces el ritmo cardíaco y si detecta una fibrilación ventricular entregará de forma automática una descarga eléctrica de alta energía para resucitar a la víctima. En caso de que la pérdida de conciencia no sea por una arritmia y detecte un ritmo cardíaco normal el dispositivo no actuará.
Aunque en última instancia es la restauración del ritmo cardíaco que proporciona el desfibrilador la única posibilidad de supervivencia, hasta que el aparato esté disponible debe realizarse desde el primer momento de la parada un masaje cardíaco externo, ya que la deprivación de oxigeno cerebral que se produce implica graves lesiones cerebrales en minutos y muerte poco después. Para administrar un masaje cardíaco efectivo se requiere realizar unas 100 compresiones del tórax por minuto, con la fuerza suficiente para deprimir el esternón 4-5 cm en cada una.