La ablación de fibrilación auricular se fundamenta en el aislamiento eléctrico de las venas pulmonares del resto del tejido circundante de la aurícula izquierda. Hasta ahora solo había dos técnicas para conseguir este objetivo: mediante pequeñas quemaduras contiguas en torno a la desembocadura de esas venas mediante un catéter (radiofrecuencia) o alternativamente utilizando un catéter balón buscando el aislamiento mediante congelación (crioablación). Aunque en general los resultados de la radiofrecuencia y la crioablación son superponibles, muchos pacientes con características específicas suelen responder mejor a la primera de ellas: la radiofrecuencia. En ambas técnicas la lesión es de origen térmico (quemadura o congelación) y este hecho implica la posibilidad de daños colaterales a las estructuras próximas, algunas de éstas de graves consecuencias. Es por ello que utilizando cualquiera de estas energías térmicas la eficacia y la seguridad van en direcciones opuestas: un
aumento en la eficacia mediante determinados parámetros físicos más exigentes conlleva una menor seguridad al incrementarse la posibilidad de daños colaterales. A la inversa: si queremos minimizar tales riesgos la seguridad aumenta, pero la eficacia se ve comprometida.